domingo, 20 de octubre de 2013

Escapadita a Lugo, o como aprovechar un viaje de trabajo

Adoro los viajes, las escapaditas, los fines de semana, los días tontos en los que sales de dónde vives y das una vuelta por el ancho mundo. Me confieso fan de las ofertas baratas de las aerolíneas de lowcost. No importan los exámenes, la falta de tiempo o de dinero, al que le gusta viajar le gusta.

Pero odio los viajes de trabajo. La primera vez que te mandan en un trabajo viajar mucho todo el mundo te lo vende como que es una gran oportunidad para tu situación laboral (especialmente si es para el extranjero) te dicen que vas a conocer la ciudad X como la palma de tu mano, y que te envidian mucho. ¡Mentira, mentira y mentira!

Generalmente cuando te mandan de viaje de trabajo te toca trabajar más horas que nadie, sea impartiendo un curso o recibiéndolo, llegas agotado al hotel y no ves a tu familia, al final te sientes un tonto perdido de la mano de Dios...y no sientes que tu carrera profesional se vea implementada ya que sólo vas a trabajar. (Si estudiabas idiomas o hacías un curso en tu ciudad natal olvídate)

Este no es mi caso, no viajo demasiado, pero entiendo que es una paliza el moverte de un sitio para otro, abandonar lo que tienes aquí, buscar un hotel cerca y plantearte el viaje.

Esta vez he tenido mucha suerte, mis padres se han apuntado aprovechando que el congreso era en fin de semana. El congreso bien, te preparas el tema y das tu charla, pero lo mejor es el pulpo de después, la cañita y el ver cosas nuevas. Es la parte que siempre me pierdo cuando voy sola.

A pesar de que tus padres se sienten orgullosos de tu trabajo, no pueden evitar aburrirse como ostras en el momento en el que no hablas tu, y hay que sacarlos pronto de la sala. Lo que te deja tiempo a ti para escabullirte y disfrutar de uno de los últimos fines de semana en Sol, y no digamos ya en la ciudad de Lugo, que se caracteriza por esa lluvia tristona que cubre permanentemente el cielo gallego.

Me ha encantado la ciudad, con su centro amurallado e intacto, sus tiendecitas del centro y su aire de provincia rodeada de aldeas. Además estaban en fiestas, con lo que parecía un hormiguero de personas. Me ha faltado algo de yacimientos (es mi visita obligada cuando voy con mi pareja o con amigos) pero a cambio hemos disfrutado más en profundidad de la gastronomía, yo tiendo a comer poco, mal y en cualquier sitio si estoy sola.
 
Así que en definitiva, una escapadita provechosa, que da una línea más a ese infinito curriculum que supuestamente todos nos esforzamos en rellenar y un poco de asueto, que tanta falta nos hace.

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